El primer día de calor infernal. Hasta ahora la climatología había sido la gran estrella, con un sol que apretaba pero dejaba respirar. Hoy, Viernes de Muse, Incubus, War on Drugs y Alt-J, Lorenzo se ha puesto serio. Antes de entrar, dos operarios emprendedores ofrecen agua a 1€. Sé que nos las van a requisar, así que no pico.
Me recibe el DJ Hayden James, con un set de electrónica para ir abriendo boca. Los más fiesteros están puntuales con cubata y los brazos en alto, bailando al son de su “Something about you”, un bucle tecno muy pegadizo. Sus bajos (los de la música) hacen retumbar el suelo de toda la explanada. Alcanza el subidón a falta de quince para las ocho, momento en el que Jamie Cullum se sienta al piano.
Tuve la ocasión de ver al británico hace años en el Real y me impresionó por su estilo que combina blues, jazz y pop moderno. Arranca con un beat casi rapeado y se va a un piano bar de Nueva Orleans para un blues rápido antes de tocar “The man” y “Taller”, dos composiciones brillantes donde destaca la sección de vientos. Se muestra agradecido y recuerda que hace ya 21 años de su primer concierto en Madrid. Por la nostalgia, canta “These are the days”, que tocó en aquel debut y que suena a estándar del jazz pero con esa gota de pop comercial que asoma en todas sus composiciones. Empieza tocando para poca gente pero antes de los bises una muchedumbre le jalea; la próxima vez hay que darle el escenario grande.
Antes de los conciertos de gran calado, me acerco a la caseta de Amazon Music, donde espera Vladimir, un tipo que transmite buena energía. Me enseña la propuesta del gigante de Bezos para este Mad Cool: una consola midi que te permite crear un beat con guitarras, bajo y baterías en el momento. Para más inri, 3 cámaras graban tus movimientos para que puedas tener el vídeo de rigor y compartirlo en redes. Ya saben, en el 2022, si algo no está grabado es que no pasó.
Me da la sensación de que el público es cada día un poco más joven. El Miércoles, con Metallica, venían los heavys originales, que gastaban las “pelas” en vinilos. Ayer vinieron sus hijos pop-rockeros a ver a The Killers y hoy están muchos de sus nietos viendo a Incubus, War on Drugs y Haim. ¿Cuántos artículos escribimos al mes sobre la muerte del rock? El rock, a falta de confirmaciones oficiales que pretendo conseguir mañana, ha metido a 250.000 personas en el MadCool en apenas tres días. . Y faltan Muse, Jack White, Florence + The Machine…
El de ‘War on Drugs’ suena hacia el ecuador de las 9, justo cuando se va Lorenzo y vuelvo a respirar. Un niño de apenas tres años juega a los puñetazos con su padre, los grupos de amigos conversan dando la espalda al escenario… No tiene el gancho que yo esperaba la banda americana y Adam Granduciel, cantante, muestra elegantemente su tristeza cuando pregunta: “Con ganas de Muse, ¿eh?”. Recibe una ovación mayor que la que le dan a él en el bis; ouch.
Suenan realmente bien “Harmonia’s Dream”, que muestra sus influencias sureñas, “Victim”, con letra dylaniana y “Strangest thing”, que tiene una de esas progresiones de acordes que no puede fallar. Se nota que vienen de esa rama del rock que une Tennessee con California, conocida por ser más melódica y melosa que sus hermanas británicas o incluso las de Chicago.
Ayer me había propuesto dedicarle tiempo de calidad a dos bandas de las “pequeñas”. Como vi que era inviable, hoy seré más conservador y me conformaré con una. Pensé que de nuevo la escogería la diosa Fortuna pero no, la escogió Vladimir. Me recomendó ir al concierto nocturno de “Jardin de la croix”, grupo patrio de heavy rock instrumental, y el cuarteto me convenció. Música en un rugido, con mucha dinámica y cambios de métrica complejos ejecutados con suficiencia.
Parte de la cultura de ir a festivales, y esto es algo que empiezo a apreciar después de tres días, es ver a a muchas bandas diferentes para luego poder contarlo. Realmente, cuantas más mejor. Queda muy bien irrumpir en una conversación musical de sobremesa con un: “Ah, pues yo les he visto”, “A ese también”. Realmente no, no has visto su concierto, pero queda ‘guay’.
Lo correcto sería decir: “Un día tocaban en un festival y estaba por ahí, de fondo”.
Si nunca han estado en uno (como era mi caso antes de esta aventura), no se confundan; lo más importante de este tipo de eventos no es la música. La música es el gancho, pero la gran parte del día consiste en andar de un lado a otro, hacer colas para el bocata de lomo con el que me sigo nutriendo y permitirse algún vicioso capricho.
Acaba “The War on Drugs” y rápido sale “Incubus”, que para mí siempre estarán ligados al hombre que vendía las entradas en el cine cuando era más pequeño. Me los recomendó un día, fui directo a la tienda a comprar dos CD’s y siguen dentro del plástico. Fantástico tributo a su generosidad. La banda me gusta, suena un poco al rock denso y espacial que abrazan los herederos de Nirvana, aunque es imposible entender al cantante. Canta con la boca muy cerrada, su dicción parece la de un estudiante de inglés y el estilo, denso e impenetrable, tampoco ayuda. Me paso toda su actuación taquicárdico, moviéndome de una torre de altavoces a otra, intentando cazar una frase o leerle en los labios un par de palabras.
Me salva un fan incondicional que vive todas las canciones como si fueran el cierre de Pachá un Sábado noche. Gracias a él, cazo “Pardon me”, que mezcla lo mejor de la electrónica y la distorsión y “Karma, come back”, puro rock setentero. Se lo agradezco emocionado y le pido su nombre para canonizarle. “Pon N.Q, nada más”, me dice. Sospecho que tiene algo que ver con su novia, que también baila emocionada y de cuando en cuando le mira con hambre. Gracias, anónimo héroe, disfruta la noche.
Muse entra fuerte y la explanada de Valdebebas se enciende cuando suena “Will of the People” La excelencia es lo que se espera de ellos y cumplen con creces a eso de la medianoche. El resto fue todo caña, con una ristra de grandes canciones ‘Citizen Frased’, ‘Plug in baby’, ‘Knights of Caledonia’, y momentos estelares en “Pressure“ (buena melodía) y “Won’t stand down“ (fuego en el escenario). De los mejores conciertos que llevamos de festival, quizá el que mejor ha sonado de todos. El momentazo de su actuación es un chiquitín (3-4 años) que, subido a hombros de su madre, les mira con la boca abierta. Y así, queridos lectores, es como se regenera el rock. Tengo ganas de verle por el Mad Cool en 20 años, con su camiseta negra y caña doble.
“Alt-J”, a quien me gustaría reseñar, canta a esa hora en que todos los gatos son pardos, así que levanto el chiringuito por hoy y me despido del guardián de la carpa, que me conoce y ya no repite eso de: “La primera a la derecha”. Llego al coche hecho trizas y medio cojo; creo que tengo ciática.