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Enrique Urquijo y la canción atemporal

En mi travesía por el mundo del pentagrama observo que a la gente le gusta un abanico de estilos musicales muy amplio. Desde el trap hasta la polka, hay público para todo. Algunos estilos, quizá porque ser “neutrales” o accesibles, son más populares que otros. Un estilo que parece llegarle a (casi) todo el mundo es la canción de autor… cuando está bien hecha. No es raro ver a un “heavy” fan de Dylan, a un rapero fan de Sabina… 
Creo que la música de Enrique Urquijo, interpretada ayer de manera brillante por Rafa Higueras y Jazzville Band, es otro buen ejemplo. Canciones que cuentan historias nunca pasarán de moda porque las historias no se acaban. 

La noche comenzó con Siempre hay un precio una canción tipo de este estilo universal. Siguieron con Un Mundo Raro, original de D. José Alfredo Jiménez, donde la voz de Rafa Higueras, muy efectiva y contundente en canciones rápidas, sufre. Sólo ha sido un sueño y Tu Tristeza son dos temas redondos que se ven mejoradas por un batería que, sin hacer casi nada, hace todo. Como dijo el gran BB King: “No son las notas que tocas, son las que no tocas”.
No sé si se acuerda despejó las dudas de este cronista; Higueras no es cantante de balada. Al filo siempre, su voz no llena el escenario y las canciones sufren. Mención aparte a la imprudente osadía que supone tocar el repertorio de Urquijo sin apenas participación de los coristas, al menos durante la primera parte del concierto. 

No digas que no contó con la colaboración de Luis Fercán, un cantautor emergente con buena voz. La canción se vio potenciada por excelentes líneas melódicas de violín a cargo de Alberto Cabrerizo
Margarita sorprendió, demostrando que Enrique Urquijo tenía el duende que hay que tener. Creo que la sociedad sólo ve lo que hay sobre el escenario e ignora todo lo malo que implica tener “el duende”, lo que explicaría el oscuro final de tantos y tantos genios… pero eso para otro día. 

Txetxu Altube, segunda colaboración de la noche, dejó una perfecta versión de Nada más en la que brilló, muchísimo, el trabajo de un Isidro Ruiz a la guitarra que estuvo excelso toda la velada. 
En El hospital, canción de Berlanga y Canut, Higueras se resarció dejando una elegante interpretación de balada. 
No supe qué decir, otra gran canción que se toca sola, ánimo a un público que, quizá demasiado respetuoso, se movió poco. 

En un bonito gesto, la banda interpretó ¿Cómo quieres ser mi amiga? de Pau Donés, tristemente secuestrado por el cáncer hace unos meses. La versión hizo honor a su memoria; muy buena. 
La recta final del concierto nos llevó hasta las canciones más populares de los Urquijo. En Agárrate a mi María, Higueras dio una clase de canto, con seguridad y mucho control. 
Quiero beber hasta perder el control podría ser, sin problema, una canción de los Eagles o Jackson Browne. Dinámica, se sienten de forma casi inconsciente las diferentes partes (incluso para un oído inexperto). Directa, sin palabras rimbombantes, sencillos coros de apoyo en los estribillos. Es una canción de manual sin más, que es algo muy fácil de decir aquí sentado en Grada Alta con las piernas cruzadas pero muy difícil hacer. 
Aunque tú no lo sepas, dedicada a unos padres que asistieron al concierto invitados por Higueras tras haber perdido a su hijo durante la pandemia, humedeció las retinas en la sala. 
Las últimas canciones fueron con los miembros de Los Secretos sobre el escenario (los que pudieron acercarse, Álvaro Urquijo y Ramón Arroyo se ausentaron por motivos personales). 

Ojos de Gata, esa canción nacida de la sana rivalidad entre Sabina y Enrique Urquijo, comenzó el popurrí final. Después Buena Chica, algo más insulsa que las anteriores pero de las favoritas de la hinchada. Pero a tu lado uno de los himnos de la pandemia sonó también, con esa batería trotona que recuerda al galope alocado de Pat Garrett disparando tras Billy. 
El final, que se hizo de rogar, llegó con Déjame.

Urquijo se fue hace ya 21 años pero sus canciones siguen aquí. Cuentan la historia del Ahora, de lo que pasa en la calle sobre el asfalto sucio de la gran ciudad. Los portazos, los vasos rotos, los reproches y el éxtasis de los enamorados. Todo parte de la misma canción, la del Universo. 
Mientras salga el Sol todas las mañanas habrá historias que contar, y Enrique Urquijo seguirá de moda.

Foto: Isabel Permuy