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Con prisas y a lo loco. Apremiados por las restricciones que ayer a las diez de la noche entraron en vigor en la capital, el acceso a la Riviera, ese viejo templo a orillas del río que anteayer besaba los pies del Calderón, se hizo con presteza; la salida también. En el medio, un concierto de rock-indie enérgico a cargo de Chucho, una buena banda nacional con un líder carismático que lleva ya 24 años en el ruedo y ayer presentaba su nuevo disco Corazón Roto y Brillante en la clausura del festival Tomavistas. La entrada, apenas un tercio del aforo, hace temblar a todos los que nos gusta la música. Se parte el corazón de este novel compositor viendo este panorama. Alguien tendrá que hacer algo. Alguien… ¿pero quién?
El cuarteto salió a escena blandiendo botellín y Les Paul. Arrancaron con De Aire, una canción que empieza como balada para terminar con guitarras grandes y distorsionadas. Desde el principio llama la atención el rol del tecladista que alterna entre teclas y guitarra solista con mucha fluidez.
Hoamm levantó al escuálido respetable de sus asientos durante un instante para una de las mejores composiciones la noche. Varios detalles de la banda. El sonido del bajo, muy gordo, viene determinado así por la decisión de tocar con púa. Algo poco común en los bajistas, le da mucho más ataque a las notas que tocar con los dedos. Fernando Alfaro, líder y pluma detrás de Chucho, es un tipo original. Apenas se excede con la guitarra y es comedido con la voz pero las canciones llevan un sello personal claro. Mención especial para El detonador 3MX, gran canción.
Buenos momentos también en Carretera de la costa, del último disco. La canción sigue los patrones tradicionales del rock con una batería muy presente (locomotora de Memphis), el bajo potente gracias a esa púa que comprime y el teclado dejando unas líneas casi funky pero con sonido de órgano electrónico, que es lo que le da a Chucho el color del siglo XXI. Algo que no resultó, tristemente, fueron los coros. Demasiado contraste entre la voz del líder y sus coristas. Alfaro tiene una voz comprimida, estrecha, pero de vividor. El teclista, brillante instrumentista, tiene una voz muy juvenil para aguantarle el tirón al jefe.
La feria animal muestra los monstruos y dobleces de Alfaro que, en este último trabajo, parece haber descubierto uno de los secretos mejor guardados. La tecnología ha sido el único avance real en la música desde que Mozart y Beethoven dejaron este plano existencial. En la música no queda nada por inventar, nada. No quedan notas por descubrir ni acordes por hilvanar, todo se ha hecho ya. Pero… el formato y las letras… eso nunca se va a volver obsoleto. Los Beatles hicieron medleys, Queen buscó acercarse a la ópera y Bruno Mars intenta expandir el significado de “pop”. Ahí si se puede innovar, en la forma en la que uno presenta su arte y qué mensaje le imprime. A falta de material, espacio; el espacio en el que uno coloca sus ideas. De ahí Corazón Roto y Brillante y la idea superior que lo abraza. Al final, son las pequeñas cosas las que crean la magia, igual que en el amor, el sexo y el fútbol. Ánimo Chucho, que no pare.