Ando filosófico.
Desde que empecé a hacer crónicas de conciertos hace ya más de 3 años, he ido desarrollando un estilo. Como todo en esta existencia, una vez superada la curva de aprendizaje uno se vuelve “vago” y recurre a técnicas que, sabe, funcionan.
Esta última semana he tenido varios momentos de epifanía mientras redactaba y los quiero compartir con alguien.
Desde el primer día he pensado que el oficio de la crónica consiste en la búsqueda de la verdad de ese momento concreto: se parece a la filosofía o la creatividad. El problema que he vivido esta semana (que ya conocía de antes aunque no era tan consciente), es que no sé si existe la verdad en la música.
Ejemplo:
Vi a Marc Anthony el Martes pasado. Iba feliz, recién salido de un par de clases de combo divertidas y con ganas de tomarme dos cervezas y pasarlo bien, a pesar de que no me guste mucho su música. ¿Resultado? Hice una crónica positiva, decidiendo centrarme en lo bueno del show, que fue mucho, y dejando a un lado lo malo (que también abundó). Al día siguiente recibí varios comentarios por Twitter diciéndome de todo pues, en su opinión, el concierto fue un desastre.
Ahí fue cuando empecé a pensar. En el fondo, la gran diferencia entre esas personas y yo fue que a mí me habían colocado en zona de prensa (a 15 metros de los altavoces) y ellos estaban a 150. Ellos no oían nada, como pude comprobar leyendo comentarios del concierto, mientras que yo escuché un concierto muy bien sonorizado. ¿Hay algo más arbitrario que eso? Si me hubiera tocado estar 10 filas más atrás, la crónica habría sido muy distinta.
Ejemplo 2:
A los dos días hice crónica de un concierto que vi por el móvil tumbado en un parque. En teoría debería haber estado en el Wanda para el 30 Aniversario de Cadena 100 pero tenía un concierto mío a la misma hora y no pude ir. ¿Resultado? “El periodista da en el clavo”, decía un twittero. “Pero si ni siquiera fui”, quise responderle. ¿Se puede recoger la verdad en papel sin siquiera presenciarla? Lo dudo tanto…
Ejemplo 3:
Cansado y reflexivo, me presenté el Domingo por la noche en la Complutense para ver a Tom Jones. Como concierto fue el mejor de los tres, pero aquí entra la otra variable: YO. A mí me gusta mucho Tom desde los 7-8 años, Marc Anthony y los triunfitos de Cadena 100 me dan bastante igual, aunque reconozco su talento.
Siempre, siempre, siempre intento separarme del concierto que estoy viendo a la hora de redactar. Por eso he podido hacerles muy buenas crónicas a artistas que no me gustan nada, como Vetusta Morla, Siniestro Total o Aitana.
Pero ahora comprendo que es imposible separarse totalmente de uno mismo. En la tercera canción del concierto de Tom Jones estaba llorando; en Marc Anthony estaba ebrio y con Cadena 100 bostezaba.
Como es imposible que tres estados de ánimo tan distintos produzcan el mismo resultado -La Verdad- no me queda otra que concluir que tal cosa, al menos en la música (y quizá las artes en general) no existe.
Podemos hablar, quizá, de una verdad; la verdad del ahora. La Verdad, como ente absoluto e inalterable, es imposible de atrapar en un papel.
Os las dejo aquí abajo para que las leáis, aunque como os he dicho, ninguna sea de Verdad.
¡Un abrazo y nos vemos mañana en el Rincón del Arte Nuevo a las 20 horas!
Arcadio Falcón