“A worried man with a worried mind, nothing in front of me and nothing behind”.
Con la potente “Things have Changed”, canción que le valió su primer y único Óscar, arrancó Bob Dylan su gira de 8 fechas por España. Arropado por su fiel banda de 4 (bajo, guitarra, batería y un multi-instrumentista capaz de tocar casi cualquier instrumento), Dylan permance al piano durante las 2 horas de concierto. Equipado con armónica y su voz rota, trae a nuestro país un repertorio cargado de canciones originales, desechando las versiones de Standards del repertorio Americano a las que nos tenía acostumbrados en los últimos años.
Tras un enérgico comienzo que enciende al respetable, Dylan se lanza con uno de sus clásicos olvidados, “It Ain’t me Babe”, un himno al desamor hoy interpretado como una balada lenta y melancólica en la que Dylan improvisa sobre el piano sin florituras pero con clase. Sigue “Highway 61 Revisited”, uno de los pocos temas que Dylan conserva tal y como fue grabado en disco; un rock and roll clásico en el que se puede apreciar en su voz la enorme influencia que ejercieron sobre él los “Bluesmen” de Chicago; Muddy Waters principalmente.
Destaca especialmente la presencia de dos temas en el setlist: “Like a Rolling Stone” y “Don’t Think Twice, it’s Alright”. Frecuentemente olvidadas por el Americano, las dos han vuelto para quedarse en este 2019, aunque uno nunca puede estar seguro de nada con Bob Dylan… “Like a Rolling Stone” abandona esa electricidad con la que fue concebida para convertirse en un puente entre el Rock y el Gospel, con una sección rubato (sin tempo) que añade más misterio aún a la pregunta que tanto musicólogo ha intentado resolver: ¿Qué es esta canción?
En “Don’t Think Twice” nos regala algo aún más original. Arreglándola al más puro estilo Sinatra, la banda desaparece por completo (excepto el contrabajo tocado con arco) dejando a Dylan sólo con su piano. Con convicción reconstruye el tema para crear un sonido etéreo: desaparecen la armonía y el ritmo. Con su voz como única referencia (muy apropiadamente se bajan las luces, permaneciendo un foco sobre su rostro), la canción es un ejercicio de tensión y desenlace, uno de los principios básicos del arte. Acelera sin trastabillar; frena en seco. Recita. Arranca en una nueva dirección, hace un tirabuzón en el aire y vuelve al punto de partida… Toda una clase maestra de técnica vocal.
Dylan ha comentado muchas veces que la persona más importante en su banda es el batería. Si uno escucha en directo cómo se mueven la voz de Dylan y la batería de George Recile, observa que dialogan. Cuando Dylan gruñe en “Scarlet Town”, George responde con golpes secos de bombo… Cuando Dylan recita en la sutil, y casi cursi “Trying to get to Heaven”, Recile responde con síncopas sobre los platillos, envolviendo su voz en un manto sonoro.
Buena versión también de “Make you feel my love”, que Dylan canta de forma muy emocional, influido sin duda por Adele, quien la ha convertido en un clásico moderno.
EL Nobel de Literatura continúa el concierto jugando al escondite en “Simple Twist of Fate”, con sencillos pero efectivos solos de armónica que hacen las delicias del público, y la desconocida “When I Paint my Masterpiece”, extraída del disco “Self Portrait” de 1970. Mención especial para el guitarrista Charlie Sexton, que durante todo el concierto toca con exquisitez motivos rítmicos y arreglos sencillos, rellenando todo ese espacio al que nadie presta atención aunque, paradójicamente, sea donde se hace realmente la música.
Uno sólo puede imaginarse lo complicado que debe ser elegir 20 canciones cuando has escrito más de 400… A pesar de ese vasto catálogo, Dylan demuestra que no se relaja al incluir 4 canciones de su último álbum de temas originales,”Tempest” (2012). Destacan la indescifrable Pay in Blood (“I pay in blood but not my own”) donde Dylan alterna entre bramidos y susurros y “Soon After Midnight”, una de las mejores baladas jamás escritas (en la opinión de este humilde cronista).
Zimmerman, como cualquier mago, deja su mejor truco para el final. Una versión desnuda de Blowin’ in the Wind y la rehabilitada “It takes a lot to laugh, it takes a train to cry” cierran un concierto sobresaliente en el que Dylan no se dirige al público ni una vez. Si sigue en la carretera no es por los fans ni el dinero; sino por llegar lo más lejos posible en una lucha a contrarreloj contra la muerte… Por el Arte.