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Aute: El humano

Tuve la suerte de conocer a Luis Eduardo Aute, el humano. Al músico lo descubrí con 12 años, mucho antes que a Serrat, Sabina, Dylan e incluso antes que a los Beatles.

Cuando le vi en persona yo empezaba en “esto” de las canciones y él, consagrado y medio retirado, me dio la mano con una sonrisa.

Le entregué una maqueta que acababa de terminar (¡mi primer disco!), hablamos durante unos minutos sobre lo que había significado su arte para mí y nos despedimos.

Yo pensé que ahí quedaría la cosa (¡y ya me parecía un sueño!) y me sentía lleno de alegría por haber podido saludar en persona a semejante gigante.

Pasaron los días hasta que una mañana, por sorpresa, vibró el móvil. Al abrir el correo electrónico, ahí estaba:

“Acerca de tu disco”.  El mail lo firmaba “Tu amigo, Luis Eduardo Aute”.

Aute no tenía por qué hacer eso. Estamos hablando de que nuestra historia se sitúa en el año 2016, apenas dos meses antes de ese infarto que empezó a llevárselo. Él tenía entonces 71 años y empezaba a alejarse de la vida pública. Yo era un pibe que empezaba, sin nada a lo que agarrarse pero con mucha ilusión. Creo que él vio esa ilusión.

Intercambiamos emails durante un tiempo hablando de música, las “leyes” que se mantienen constantes en el arte y de las musas. Le conté cómo, tras mucho insistir, conseguí cautivar a Marcela, una chica de la que andaba enamorado, gracias a su canción “Slowly”. Los dos nos reímos.

Después charlamos de las elecciones en Estados Unidos (que entonces era el tema del día… todos los días), del auge de Trump y lo blandito que era, y sigue siendo, Bernie Sanders.

El hecho de que Aute dedicase unos minutos de su tiempo a escribirme y darme ánimos me dio mucha energía. Recuerdo contestarle emocionado, contando más cosas sobre mí de las que quiza él quería saber. Me dijo que siguiese, que no parase de escribir y que probase a explorar el Español y el Inglés como si fuesen caras de una misma moneda. Y así lo hice, con su música y sus letras por bandera.

Luis Eduardo, el artista, no era un personaje de rock and roll con escándalos mediáticos, arrestos y juicios por posesión. Era un delicado poeta, un hombre del Renacimiento que vivía por y para la creación, independientemente del formato que esta adoptase. Desde su atalaya retrató un mundo que ama, que llora, que se frustra y se reinventa. Sus canciones son redondas y variadas y lo seguirán siendo cuando nos engulla el Sol.

Nadie retrató como él a La Mujer; la esencia de la vida. Nadie como él para cantarle al alma. Nadie captó como él ese sabor agridulce que dejan las despedidas a tiempo.

Nadie como él… nadie como él.

Nadie como él, humano, para bajarse del trono y escuchar, de igual a igual, a un niño que soñaba con emularle.

Ayer se marchaba al país de los Eternos y yo, que no fui más que una manchita en el retrovisor de su larga vida, no pude evitar sentirme un poco huérfano.

Adiós Luis Eduardo. Gracias por tanto, nos vemos al otro lado.

Tu amigo,

Arcadio Falcón