Le voy pillando el truco a esto. Incluso me gusta, y eso que normalmente huyo de las multitudes. El único problema es que he cometido el error de apretarme demasiado la pulsera necesaria para entrar, salir, pagar la comida, beber… Para todo menos para necesidades primarias es necesaria la dichosa pulsera. Y es así, el mundo ‘cashless’ (sin efectivo) nos está cercando; una de esas consecuencias de la pandemia que tiene más pinta de plan que de casualidad.
El caso es que me la he apretado demasiado, me empieza a doler la muñeca y la chica de acreditaciones dice que no tienen más, que han calculado las justas. Quedan más de 72 horas con ella puesta y el riesgo de gangrena es real. Seguiremos informando.
El cartel del segundo día es potente, incluso más que ayer. The Killers, Imagine Dragons, Deftones y Foals encabezan. A la zaga, 29 actuaciones más en los siete escenarios habilitados. Me pregunto si las bandas «pequeñas» se sentirán dolidas porque ni se les mencione. Seguro que sí, aunque no deberían, pues es inevitable. Hoy me he propuesto dedicarle tiempo de la calidad por lo menos a dos de ellas, escogidas por la diosa Fortuna.
A las 18:30 empiezan a sonar los primeros acordes de ‘Mori’ y ‘Mother Mother’. La puerta de entrada cada vez vomita más gente y en los puestos de hamburguesas y perritos, algunos muy seductores, se forman colas. Los hay que vienen preparados, habiendo traficado (Dios sabe cómo) bocatas y Fantas. Buscan las sombras de las esquinas, donde no pega el sol ni hay personal del festival que les eche la bronca, y comentan lo que nos espera. Yo soy un tipo de costumbres, así que es probable que me nutra de pan y lomo estos días. Y cerveza, alguna igual cae. Percibo que mucha gente viene a ver a The Killers, pero quien realmente ha llevado a comprar la entrada a la gran mayoría es Imagine Dragons, banda de pop-rock americano que ha entrado sin calzador en el mainstream.
Sufro un poco al principio por empatizar con el débil. La primera hora nos recibe con cuatro conciertos simultáneos de rock potente entre los que destacan ‘Mother Mother» y ‘Nothing but Thieves’. Ellos tienen una muchedumbre jaleándoles; Andreew, que tiene la mala suerte de tocar en un escenario pequeño y huérfano de potencia, ve cómo su show es absorbido por los decibelios del de al lado. Una pena, pues el joven cantante tiene una propuesta destilada, de pop meloso bien hecho y cuenta con una banda muy competente. Dentro de la carpa en la que toca se escucha más a los ‘Thieves’ que a él, algo que es una constante -siempre en perjuicio del más pequeño- en un evento donde suenan varias bandas a la vez. Es el primero que la diosa Fortuna pone ante mí hoy y le deseo paciencia y ánimo.
Me molesta. Mucho. Entiendo que es así, que no queda otra opción más que solapar si quieres tener 34 conciertos en 6 horas, pero es frustrante para alguien que quiere ir a escuchar «de tranquileo» un poco de música, porque no puedes aislarte y absorber lo que suena. Colocado en el centro de la explanada, todo es un bucle inconexo; se escuchan dos, tres, y a veces hasta cuatro conciertos a la vez, obligando a pegarse a un escenario para no oír a los demás.
Intercalo los conciertos con breves garbeos por la carpa de prensa, donde una vez más constato que este es un oficio donde hay muchos vagos y vividores que eyaculan con todo lo que sea gratis. Alternan en la sala, hablando de nada, mientras ahí fuera suenan las bandas de las que luego escribirán: falsedad descarada en la era de los bien-queda.
Termina ‘La Femme’ hacia las 20:30, una banda de rock francés que deja buen sabor de boca antes de que empiece la samba. Me encamino al show secreto de Vibra Mahou, que hoy es especial pues les he entrevistado hace unas horas. Actúa Locomía, que vuelve a un gran escaparate después de años de hiato y luchas legales. Su show no defrauda; como en los viejos tiempos, se muestran libres, desafiantes con todo lo establecido y sin miedo a las críticas de envidiosos. La nueva formación, de jóvenes con entusiasmo, es dinámica y revienta una caseta abarrotada que habría que nombrar discoteca oficial del Mad Cool.
Intento colarme en la zona Vip con un abono que apareció en el suelo y me entrega un amigo, pensando que al tener la pulsera de prensa será más fácil, pero no hay suerte y el segurata está al quite. Ha llegado a mis oídos un rumor que dice que las consumiciones cuestan menos donde está la ‘crème’ y quise hacer periodismo de investigación. Por el pueblo; ¡para plasmar la desigualdad inherente al reinado del dólar! Tristemente, no pudo ser. Acompañado por dos amigos, continuamos cabizbajos hacia la barra, donde pagamos nuestro 11€ de rigor por el mini de rigor.
Hay un par de personajes mágicos en Valdebebas. El número uno indiscutible es el guardián de la carpa de prensa, que siempre te recuerda que debes entrar por la primera puerta a la derecha. Me he cruzado con él unas siete veces, sé incluso cómo se llama y le he prestado mi mechero para que se encienda un pitillo. Estuvo durante diez minutos dándome la chapa sobre la crueldad de su horario pero no importa, siempre es la misma interacción:
«¿Pulsera?»
Se la enseño.
«Adelante, primera puerta a la derecha».
Creo que estoy enamorándome pero no sé cómo decírselo.
El segundo personaje de leyenda es un jovenzuelo (casi como yo) que regala copas. Su trabajo, en teoría, es venderlas. Él ha decidido regalarlas porque Bill Gates, Soros, Agenda 2030 y «abajo capitalismo». Eso sí, no las vende de cualquier manera, hay que pillarle con el puntillo; de mayor quisiera ser él.
A eso de las diez menos cuarto empiezan Deftones, otra banda de rock casi heavy de California. Chino Moreno (cantante), lo da todo, aunque su voz se escucha regular en los temas de mayor intensidad. Este fue el inicio del show del batería, estrella en la sombra en la música. El batería es ese amigo que liga poco pero siempre te aconseja cuando tienes un ligue; que te hace la cobertura cuando tu novia está cerca de descubrir dicho ligue. Asiste sin tener por qué, como Fernando Torres en la última Euro, para después decirte que el mérito es todo tuyo. Te miente, porque lo necesitas, y tú lo agradeces. Está perfecto Abe Cunningham, aunque su banda no sea de esas que pasará a la historia de este Mad Cool.
Les sigue Imagine Dragons, la primera gran banda del jueves. Arrancan fuerte y pronto suena su gran hit, «Believer». Después, dejan una gran interpretación de ‘Amsterdam’, con las brillantes guitarras que les caracterizan copando los focos. Son una banda de hits, y es muy probable que puedan tener una larga carrera si no hay sorpresas desagradables, algo que no me atrevería a decir del resto de conciertos que he visto hoy. Hacen un pop dinámico, bailable, nada machacón o cansino, que anima mucho a la gente en vivo. De nuevo el batería, como viene siendo habitual este ‘juernes’, se lleva la palma. Deja el único solo realmente épico de la actuación en ‘Lonely’ y dirige a la banda desde la soledad de la parte de atrás con mucho autocontrol. En el fondo, son un power trío con cantante a la vieja usanza que gracias a los pedales de guitarra y los efectos «extramusicales» consigue sonar como cuarteto y, a veces, quinteto. Sus composiciones tienen gancho y el suyo es el triunfo del bloque más que del individuo.
¿Recuerdan aquello que les decía en el tercer párrafo de dedicarle tiempo de calidad a dos bandas pequeñas? Son las 00:41 del viernes y se me ha ido el día. Lo intentaremos de nuevo mañana, aunque después de dos jornadas de fracaso y sabiendo que mañana vengo con chica, la cosa pinta mal. Doy un nuevo garbeo por la carpa de eruditos, confirmo mis impresiones iniciales y justo empieza The Killers, cabeza de cartel. Son otros rockeros de potentes guitarras y bajo gordo, en la enésima demostración de que el Mad Cool es, principalmente, un festival de música rock. Algunas bandas tocan pop, muchas lo fusionan, pero no hay ningún concierto descaradamente comercial.
A la una de la mañana, como si estuviera medido, suena ‘Human’. La explanada se llena de flashes y coristas para el clímax de la noche. ¿Cuánta gente compró la entrada sólo para este momento? Es difícil saberlo entre tanta sonrisa y esqueletos que botan. El ser humano es una criatura fascinante, capaz de llorar de felicidad mientras el mundo se viene abajo a su alrededor. Esa capacidad de abstracción es lo que nos separa de los animales; el poder decidir cuándo y cómo preocuparse por algo.
‘Read my mind’ es también una buena canción, con algún interludio de guitarra efectivo y un cantante – Brandon Flowers- bastante inspirado. Quisiera escribir algo más ahora pero justo a mi lado una chica le pregunta a un varón perjudicado, «¿Vas a potar?», y me asusto. Me pongo en pie y huyo antes de la grotesca escena.
Esos baños que antes de entrevistar a Locomía a las cuatro de la tarde eran un desierto parecen ahora un baile de máscaras zombie; se agolpan los cadáveres sobre urinarios que huelen a infierno; los ojos vacíos de vida, la sonrisa estática. Es posible que haya más verdad en sus balbuceos que en los decretos que salen del Congreso de Diputados, desde luego son más auténticos. Si tuviera que elegir a quién confiarle mi vida, yo lo tengo claro.
Voy en busca del lomo con queso (lo dicho, animal de costumbres) y aprovecho para preguntarle al gerente de La Vagonette por el proceso a seguir para tener un food truck en el Mad Cool. «1000€ de entrada y el 30% de lo que factures. Aparte, para que vaya sonando tu nombre y te tengan en cuenta los organizadores, hay que ir a muchos festivales a perder dinero». Quiere sonar optimista, pero tras explicarme la pasta que debería generar para cubrir lo que ha puesto, sólo tengo ganas de abrazarle con fuerza. Nadie se imagina lo que hay detrás de este pan con lomo que ingiero agradecido mientras The Killers concluye su actuación.
Lo peor del Mad Cool, con diferencia, es la ausencia de máquinas de tabaco. Es una desfachatez, falta de respeto y ofensa personal. Como consecuencia, regalo varios ‘pitis’, robo alguno y me paso la noche haciendo matemáticas para cuadrar las cuentas de Camel. Inadmisible. El amigo que me dio el pase VIP robado me dice que hay un puesto de IQOS, el tabaco de los no fumadores y que es como fumarse un pen-drive, y le miro con asco: «Tamaña ofensa».
Tras The Killers suena Foals, otra banda de pop-rock británico de baterías con mucha subdivisión, guitarras y estribillos. Yo ya no escucho más, aunque quiera, y empiezo a pensar en salir de aquí. Los fotógrafos recogen, el guardián de la carpa sigue diciéndole a todo el mundo que la puerta es la primera a la derecha y la muñeca, que ha dolido mucho, ahora no molesta. Dejando atrás a Foals, paso por la ciudad deportiva del Rey de Europa y me acuerdo de Florentino Pérez, que de alguna forma siempre está presente. «Hay gente con flor», pienso mientras enciendo el motor del coche.