Publicado en el Diario ABC el 17 de Septiembre de 2020. Sección Local.
Sin rodeos ni aspavientos salió Pablo López ayer, pasadas las nueve y media, al Wizink fantasma. No mencionaré hoy el esperpéntico drama que se sigue viviendo en los recintos con el sinsentido de aforos y normas porque llevo ya varias seguidas y me van a dar un toque por pesado. Hoy se manifiesta el sector del espectáculo.
Con una versión muy libre del Hoy puede ser un gran día de Serrat, arrancó Pablo López. Ya en los primeros compases quedó claro que el músico de Fuengirola está más que preparado para enfrentarse mano a mano con un piano durante hora y media, tarea nada fácil. Siguió con Mariposa, single publicado en Abril de este año y que una parte del público ya sabía de memoria.
El concierto fue un recorrido por canciones antiguas, nuevas e incluso temas inéditos. “Hoy voy a tomarme muchas licencias” – decía al principio, visiblemente ansioso. En Suplicando, la cuarta canción, López se vio traicionado por sus cuerdas vocales. A mí ya me daba la sensación de que había empezado con exceso de energía así que no me sorprendió escuchar a su garganta decirle: “Calma, queda mucho”. También es posible que ayer no tuviera la voz al 100% por cosas de la vida, quién sabe. Después de un soporífero (y empalagoso) monólogo tocó Dos palabras una dinámica balada que López retuerce y reinventa muy bien con su voz.
El piano, colocado cerca del centro de la pista, estuvo flanqueado por 4 paneles lumínicos que llenaron el espacio vacío alrededor del músico. La propuesta no es muy diferente a la de personajes como Jamie Cullum o Fito Páez. López es un pianista con recursos rítmicos y armónicos (sexto grado de piano en Conservatorio) y sus canciones siguen esa línea de cantautor-pianista que han abanderado maestros como Elton John y Billy Joel. López ha rescatado muchas cosas de las canciones de estos dos grandes, especialmente las progresiones de acordes y recursos como alternar entre acordes de tónica y subdominante en ese espacio vacío entre estrofa y estrofa.
Tema aparte es la obsesión que parecen tener algunos artistas nacionales con cantar en Inglés cuando, claramente, no lo pronuncian bien. En el Wizink cuela; en el Albert Hall o el Madison Square Garden no.
La quiero a morir, composición del gran Francis Cabrel, llegó como homenaje a Pau Donés, tristemente fallecido este año, y “el jefe” Alejandro Sanz. Buena versión improvisada de un clásico de la canción de amor. Te espero aquí, otra buena balada que no se desvía de lo establecido, recibió especial cariño del público. Después Mamá no, una de las mejores letras del malagueño pero en la que los picos de voz empezaron a resultar repetitivos y vacíos. Musicalmente Pablo López es un monstruo pero con su voz, bonita y muy potente, sufre limitaciones conceptuales, que no de habilidad. Romper la voz al llegar al estribillo es un recurso maravilloso que se lleva usando desde la era de la Tamla Motown pero no puede ser el único que tienes.
La traca final, con su éxito internacional Y, si fuera ella, puso el broche dorado a una buena noche, con altibajos pero buena y a una edición del Madriz Summer Fest que ninguno de los organizadores olvidara jamás.
Hoy amanece húmedo; ayer llovía de noche en la capital. Es Jueves, se acaba el verano y se moviliza el sector del espectáculo en busca de ayuda o, por lo menos, alguna respuesta. Ánimo.