Paseaba por las calles de la vieja Iruña durante la mañana del segundo día de festival y no pude evitar pensar en Pompeyo, aquel general romano que tomó la ciudad hace 2000 años. Hay algo en el aire, en las piedras de la muralla…
El Pamplona Reclassics, impulsado por la violista Isabel Villanueva, es una elegante alternativa al mundo de lo instantáneo y el reggaeton. Los conciertos se sucedieron a lo largo de 5 días en un espacio inigualable, la Ciudadela, situada en el centro de la ciudad y construida como fortificación defensiva hace ya casi 4 siglos.
Entre sus centenarias piedras suenan minuetos de Beethoven, quintetos de Joaquín Turina y varios homenajes al célebre navarro Pablo Sarasate, que fue el foco de atención en la jornada inaugural.
Pocas ciudades españolas reflejan la riqueza histórica y cultural de nuestro país como Pamplona. Quizá por eso tiene tanto sentido hacer aquí un festival de música clásica.
Presentado por la actriz Ana Villa, el festival comenzó el Martes 28 con un precioso concierto nocturno en homenaje a Sarasate. Entre las piezas que sonaron el público pudo disfrutar de “Navarra”, una composición muy técnica para 2 violines que bordaron Jesús Reina y Erzhan Kulibaev. Entre las piedras de la Ciudadela y bajo una luna creciente, un quinteto de brillantes músicos se repartieron el protagonismo durante más de una hora de trepidante música que culminó con la interpretación del Quinteto para piano y cuerdas en Sol menor de Joaquín Turina. Con una Judith Jaúregui espectacular al piano, la precisa viola de Villanueva y el fantástico chelista Damián Martínez, los cinco músicos dieron una clase de coordinación y energía, recorriendo con maestría los difíciles pasajes grupales de una de las obras más redondas del compositor español.
Antes, por la tarde, pudimos disfrutar de una entretenida charla a cargo de Fernando Palacios en la que el polifacético músico y educador redujo la música a su partícula más sencilla; <<el motivo>>. Se entiende por <<motivo>> en música a un grupo de notas (generalmente pocas) que siguen un patrón determinado y se suceden a lo largo de la pieza en diferentes instrumentos y tesituras. Algo que lleva un año aprender en el Conservatorio, Fernando lo dejó explicado “for dummies” en una hora. Magistral.
El segundo día arrancó con una jornada didáctica para los más pequeños a cargo de Ana Hernández (voz) y Miguel Huertas (piano). Recorrieron clásicos como el <<Claro de Luna>> de Beethoven y dejaron también un recuerdo a Lily Boulanger, una gran compositora olvidada.
Ya de noche, Miguel Ángel Cortés y José María Gallardo (dos tesoros nacionales) salieron al escenario principal para una sesión de guitarra espectacular. Con guiños al flamenco y al Joaquín Rodrigo más elegante, recorrieron un repertorio de piezas accesibles para el público. Es muy interesante cómo se mueven dos guitarras trabajando a dúo. El intercambio de ideas es constante, con una guitarra haciendo acompañamiento… e inmediatamente tomando el protagonismo para la melodía. Las melodías a primera escucha pueden parecer “solos” para un oído desacostumbrado pero no, son líneas melódicas llenas de color y arreglos para que la música nunca pare de moverse.
El repertorio dejó joyas como <<De Granada al Porvenir>> y <<Jabonero de la China>>, escritas por el dúo.
Hubo dos secciones individuales en las que Gallardo y Cortés se alternaron el escenario. Durante 10 minutos Gallardo interpretó tres piezas muy rítmicas de Manuel de Falla con una ejecución impoluta.
Cortés, algo más expresivo con su cuerpo y también impoluto en el toque, interpretó tres piezas (algo más intensas), en las que la guitarra parecía arder de placer.
El concierto fue sin duda uno de los platos fuertes del festival, emocionando a todos los presentes.
Durante toda la semana se siguieron mezclando talleres con sesiones musicales, destacando la sesión de homenaje a Beethoven a cargo del pianista Josep Colom, sin duda uno de los maestros de la cuerda percutida en nuestro país.
Tras la novedosa sesión del Viernes a cargo de Francesco Tristano (mezclando música electrónica y clásica) llegó el fin de fiesta, donde el quinteto de Villanueva, Jáuregui y compañía que nos deleitó en la jornada inaugural volvieron a tomar el escenario. Secundados por la soprano Raquel Andueza y Jesús Fernández Baena a la tiorba (un instrumento tradicional que se asemeja al laúd) recorrieron piezas de Dvorak, Bartók, Handel y una serie de bailes populares adaptados por Álvaro Torrente.
Desde aquí no podemos si no aplaudir la valentía de Isabel Villanueva, el Ayuntamiento de Pamplona y todo el equipo encargado de desafiar al Covid, el miedo y a los prejuicios sobre la música clásica. Ojalá dure mucho años y pueda contarles más aventuras el año que viene desde la Ciudadela y bajo una luna menguante.