El cantante de Pearl Jam ofrece una clase magistral de música y modestia en el WiZink Center.
Con un formato menos apabullante al que nos tiene acostumbrados con Pearl Jam se presentó ayer Eddie Vedder en Madrid. Los aledaños del Wizink Center reunían a un pueblo entero: desde el hombre mayor con su camiseta de la banda de Seattle al niño que preguntaba en taquilla: “¿Y por dónde sale Eddie después?”
El Americano arrancó el concierto con el icónico tema de Pearl Jam, “Alive”, interpretado de forma instrumental por el Cuarteto de Cuerda Red Limo antes de salir para recibir la ovación de un Madrid entregado y arrancarse con una versión acústica de “Far Behind”, un tema muy bien construido y pegadizo con el que deja patente su habilidad como guitarrista rítmico y compositor de Pop.
Ingenioso y relajado, se mostró muy cercano en un Palacio de Deportes que le trató con cariño y respeto
En los primeros compases del concierto, Vedder se dedicó a demostrar su habilidad como cantante. Su precisión para las melodías (que no son sencillas en estas canciones) es casi insultante. Con su versión de la preciosa balada “Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town” hizo las delicias del público en lo que fue el primer clímax de la noche.
Uno de los momentos más emotivos fue el tributo que le dedicó Eddie Vedder a su amigo Tom Petty, interpretando “Wildflowers” bajo una proyección con fotos de ambos.
Mención de honor para Glenn Hansard, que fue telonero y le acompañó en varias canciones, destacando su composición original “Songs of Good Hope”.
Un Eddie sudoroso y en forma se proyectaba sobre una marea humana liberada de toda preocupación.
En varios de los temas pudieron escucharse esos sonidos y giros melódicos del “Grunge”, el estilo que Nirvana y Pearl Jam, entre otros, conviertieron en refugio para muchos jóvenes apaleados por la cruel realidad de la América Suburbana y Rural de finales de los años 80. Su música de aquella época, interpretada ayer con pasión y fiereza, es un canto visceral a la naturaleza inconformista de la juventud.
Pero el momento más especial del concierto no fue ninguna canción. A mitad de la noche, Eddie se dio cuenta de que entre las primeras filas del público había dos niños muy pequeños. Pidió más luz a los técnicos y a través de la seguridad hizo llegar una púa a cada uno de ellos, quienes, encaramados sobre los hombros de sus padres, veían a su ídolo embobados. Cuando la cámara enfocó a los dos jóvenes en primer plano, este cronista sintió un escalofrío al darse cuenta de lo que acababa de pasar. Era el niño que en taquilla preguntaba: “¿Y por dónde sale Eddie después?” Es así como se crean los sueños; cuando tu ídolo se baja del pedestal y te trata como un igual. Qué bonito sería pensar que Eddie Vedder creó un artista en ese instante, sería su mejor canción.